El victimismo como forma de vida repele tu felicidad

El victimismo de Belén… Un lugar incómodo para habitar

«El comienzo de la pandemia coincidió con mi ERTE y con mi ruptura de pareja. Desde entonces, todo ha ido de mal en peor…  

(…) Mi ex me hace la vida imposible, mi madre me asfixia con sus demandas, mis hijos están descontrolados y mis amigas pasan de mí y han dejado de compartir cafés virtuales conmigo. Todos son unos egoístas y van a lo suyo: ahora me siento más sola e incomprendida que nunca.

(…) Además ahora no puedo evitar comparar mi desastre de vida con la gente de mi entorno. Al ver las fotos que comparten otras conocidas en las redes sociales, me da un bajón tremendo. A ellas la vida les sonríe y yo, sin embargo, voy de fracaso en fracaso.

(…) ¿Quién me contratará ahora con la Covid? ¿Y cómo voy a conocer a un hombre con este panorama?

(…) Mi voz interior me dice que no tengo suerte en nada y que, por mucho que me esfuerzo, nunca logro mis objetivos». (Belén, 38 años. Madrid). 🙁 .

 

Quejarse es el pasatiempo de los incapaces. Hugo Ojetti.

¡Uf! Pobre Belén, ¿verdad? ¿Su vida realmente es tan terrible o se queja de vicio? ¿Qué opinas?

Responde con honestidad, en tiempos fríos de pandemia (en el hemisferio norte) y cerrando la cuesta de enero, ¿te identificas con las palabras de mi paciente Belén?


¿Tu vocecita interior también te transmite mensajes de indefensión?

En nuestro artículo: No te exijas tanto y sigue la dieta anti-perfeccionismo, ya tuvimos oportunidad de hablar del tremendo impacto que tiene esa peligrosa vocecita dentro de nosotras, y de la credibilidad que normalmente le damos.

Esa voz de nuestra sádica crítica interior, que menciona Belén, nos dice que todo lo hacemos mal, nos compara con las demás y nos hace sentir culpables, frustradas e infelices por no parecernos más a esas “influencers” de las cuentas de Instagram que seguimos. autoboicoteo victimismo

Si crees que tu crítica interior ocupa demasiado espacio en tu vida, te animo a rescatar el contenido de mi dieta para descubrir si padeces el síndrome de la superheroína, para soltar el látigo con el que tanto te fustigas, y para dejar de compararte con los demás.

Sin alejarnos demasiado de este patrón de autoboicoteo, hoy quiero hablarte de dos actitudes muy relacionadas con esta deriva emocional que parece caracterizar la vida de Belén y de otras muchas personas, que veo habitualmente, dentro y fuera de mi consulta…

La queja y el victimismo.

 

 

¿Tú también sientes que la queja y el victimismo están demasiado presentes en tu vida?

Si es así, este post es para ti, así que no te pierdas ni una coma de este artículo para descubrir por qué la queja y el lamento continuos te alejan de la felicidad.

Hablamos a menudo de personas y relaciones tóxicas, pero ¿qué ocurre cuando somos nosotras las que trasladamos nuestra toxicidad interior, en forma de quejas, lamentos, reproches continuos a nuestras relaciones y comunicaciones con los demás?

Sabemos que la queja y el victimismo son dos patrones psicológicos bastante tóxicos, pero no siempre es fácil escapar de ellos, ¿verdad?

Aprovechemos este post para analizar en detalle cómo estas dos actitudes vitales condicionan y boicotean tu estado emocional.


Alerta de victimismo… Quejica o «nube negra» a la vista 😕 

Si te resultan familiares las palabras de Belén, con todo el cariño y el respeto debo decirte que, tal vez, te hayas instalado en un patrón de victimismo crónico. Es posible que hayas llenado gran parte de tu rutina, de tus actividades y tus conversaciones de quejas, de lamentos y de comparaciones.

Tal vez llevas un tiempo pensando, sintiendo, hablando y comportándote como si llevaras una «nube negra» plomiza de pesimismo, negatividad, apatía y fatalismo sobre los hombros. 

Hubo momentos en los que yo también me quejaba de todo, como Belén… Épocas en las que me sentía víctima del clima, del idioma alemán, de las frialdad de la gente en Baden-Baden, de la distancia social y emocional, de mi duelo migratorio por tener a mi familia y mis amigos en Madrid, de la dificultad y el esfuerzo de adaptación…

En cualquier caso, estaba claro que todo este catálogo de queja y victimismo me desgastaba y me quitaba energías para pasar a la acción y encontrar soluciones creativas y resilientes.  

Cada vez que te quejas, sometes a tu cuerpo a un estrés y un desgaste innecesarios.

Cuidado… Aquí huele a «personita ceniza»

Todos nos ponemos «nube negra» o «ceniza» de vez en cuando, y no pasa nada… El problema es cuando esa nube de queja y victimismo acapara todos nuestros pensamientos, emociones, conductas, relaciones y comunicaciones.


¿Tienes claro cuándo te victimizas en tu vida?

Debemos aclarar, en primer lugar, que…

No es lo mismo ser víctima de una agresión que victimizarse. Y menos aún, asumir el papel de víctima como patrón de vida.

Hay experiencias vitales, como una enfermedad o una pérdida, que nos golpean con tanta fuerza que hacen que nos sintamos impotentes, incapaces de reaccionar. Todas lo hemos vivido en nuestro pellejo.

Hacemos referencia a momentos en los que adoptamos el rol de víctima. Aunque en ocasiones, no habrá nada ni nadie en concreto al que puedas señalar o culpar como tu fuente directa de malestar.

La victimización personal puede emerger incluso cuando no podemos atribuir lo malo que nos sucede a alguien a quien consideramos un atacante.

En esos casos, nos sentimos víctimas, no porque sepamos que alguien busca nuestra perdición, sino porque sentimos que lo que nos pasa escapa a nuestro control y que solo somos la parte, o Punching Ball, que recibe los golpes sin poder hacer nada al respecto.

Este proceso de autovictimización es totalmente irracional y, en sí mismo, no te ayudará a movilizar estrategias útiles para afrontar la dificultad.

Afortunadamente, en la mayoría de los casos este fenómeno de autovictimización dura poco tiempo… aunque no siempre es así.

Hay personas que, al margen de las circunstancias y de los tiempos de bonanza o tempestad que atraviesen, viven instaladas en un estado de victimismo crónico.

Cuando nos sentimos víctimas de nuestras circunstancias y nos anclamos en ese sentimiento, todo nos parece mucho peor de lo que es. Y ahí está precisamente la trampa en la que, en demasiadas ocasiones, caemos.


¿Padeces victimismo crónico?

Siento decirte que padeces victimismo crónico si…

  • Constantemente estás interpretando la realidad como si todo lo malo que te sucede fuese culpa de los demás.

  • Notas que tu discurso mental está contaminado de pesimismo, desesperanza y baja autoestima. ¡Alerta: peces cagones a la vista! 

  • Te comportas como una “drama queen” y centras tu imaginación en tu desgracia, exagerando tus dificultades e interpretando tu día a día como una agresión ficticia tras otra.

  • Desplazas, de forma inconsciente, toda la responsabilidad de lo que te sucede a los otros (echando balones fuera, vaya).

¿Si te haces una herida cortando jamón culparías a tu pareja por haber comprado el cuchillo, por ejemplo? Suena ridículo, pero en algo tan trivial podríamos observar esa tendencia a buscar algún chivo expiatorio al que culpar por nuestros males o heridas.

  • Estás tan acostumbrada a tu ciénaga de victimismo crónico que te niegas a ti misma la posibilidad de mejorar tu situación.

  • Te sientes frustrada por no obtener nunca el afecto o la ayuda que esperas de oras personas.

Nos quejamos de los amigos porque exigimos de ellos más de lo que pueden dar. Santiago Ramón y Cajal.

  • Construyes unas relaciones con otras personas mediante el resentimiento, la queja y la culpabilización.

Como puedes comprobar tú misma, y tuvimos oportunidad de analizar con Belén, el victimismo daña tanto nuestra capacidad de afrontar los problemas como nuestras relaciones personales en general, y las sentimentales en particular.

¿O piensas que es agradable tener como amiga, como familiar o como pareja a una persona que se queja y se victimiza continuamente? 🙄 


Victimismo y queja… una relación fatal que te hace infeliz

¿Te quejas por todo?

Toda queja emerge de una frustración, un malestar o un daño percibido.

El mecanismo de queja se activa cuando centras tu atención en lo negativo y buscas una forma de amortiguar tu malestar.

Solemos quejarnos para liberar nuestra tensión, paliar nuestra frustración, obtener el cariño, el consuelo y la empatía de los demás, etc.

No obstante, hacer zoom en nuestro malestar y nuestro dolor suele atraparnos en una espiral de negatividad y victimismo que nos convertirá en «quejicas profesionales de manual». 🙁

¿Qué problemas resuelven tus quejas tóxicas e improductivas? 

Piénsalo: ¿realmente la queja te ayuda a superar tu frustración y pasar a la acción?

Las quejas tóxicas e improductivas raramente te llevarán a una solución eficaz frente a tus dificultades. 

Ya te adelanto que tu queja no debería ser tu única estrategia frente a la frustración. 

Tu problema principal no es tu queja y tu lamento.

El problema radica en que te desgastes quejándote, lamentándote amargamente y «echando balones fuera» sin hacer gran cosa respecto al malestar que sientes. 


¿Tu patrón de queja y victimismo es puntual o se está alargando en el tiempo?

… Tal vez sufres el síndrome del pequeño pollito Calimero! 🙁 

Mantener durante un período largo de tiempo el patrón de “victimismo crónico” no es en sí una patología clasificada en el DSM-5, pero podría sentar las bases psicológicas que podrían acabar desarrollando un trastorno paranoide de la personalidad.

Dejando a un lado la sintomatología de un trastorno paranoide (en el que todo se interpretaría como un plan secreto para atacarnos), el victimismo no deja de ser un cuadro psicológico preocupante que puede cronificarse en el tiempo y que nos genera mucho sufrimiento.

El origen del victimismo como personalidad

El victimismo suele activarse después de un episodio de indefensión aprendida. Al hilo del fenómeno que investigó Seligman con perros, esta clase de indefensión emerge cuando hagas lo que hagas notas que tu situación no mejora.

Simplemente, muchas personas bajan los brazos y ya no hacen esfuerzos por intentar mejorar, porque han visto que existe una desconexión entre sus esfuerzos y los resultados que obtienen. A partir de aquí, y al perder el control del interruptor entre causa y efecto, se activaría el efecto bola de nieve haciendo ese victimismo más y más grande.

En algún momento de nuestras vidas todos podemos vernos atrapados en una situación puntual de dolor – indefensión – victimismo. No obstante, si el dolor emocional y la indefensión se acumulan, ese estado puede acaparar temporadas relativamente largas hasta convertirse en un patrón.

Sin razón se queja del mar el que otra vez navega.  Séneca.

Cuando el victimismo ya no es puntual y se cronifica…

Ya hemos visto que el victimismo puede cronificarse en el tiempo, derivando un patrón tóxico para nuestras relaciones con nosotras, con nuestro entorno y con nuestro futuro.

Las personas, como Belén, que ven cómo esta situación se prolonga durante mucho tiempo, empiezan a asumir que la condición de víctima es una parte de su propia personalidad. Parece que esta condición o este lastre siempre las acompañará, junto a la baja autoestima y la anticipación negativa, por ejemplo.


Pinceladas finales sobre victimismo y queja

Criticar o «despellejar» a las demás por vicio; aficionarte a las cifras de Covid y a las malas noticias de los telediarios; lamentarte todo el tiempo por una enfermedad o por los estragos del temporal de nieve de Filomena, como si compitieras en malestar con la gente de tu entorno… 

Estamos tan acostumbradas a este tipo de actitudes y comportamientos (tan tóxicos como adictivos) que muchas veces no somos conscientes del bucle de negatividad, insatisfacción e indefensión que deja en nuestras vidas. 

¿Crees que realmente tú tienes más razones para quejarte y sentirte víctima de tus circunstancias que la gente de tu entorno?

 

Dale una vuelta a esta cuestión y descubre si tus pensamientos, tus emociones, tus conductas y relaciones esconden detrás un patrón de victimismo.

Te recuerdo que el victimismo crónico implica la adopción de unas dinámicas problemáticas de:

  1. Pensamiento irracional y distorsionado que deforma la realidad (peces cagones como el catastrofismo, anticipación negativa, lectura de mente, etiquetado, falacia de justicia, etc.).

  2. Inestabilidad emocional.

  3. Baja autoestima.

  4. Comportamiento disfuncional.

  5. Relaciones asimétricas basadas en la búsqueda de culpables, el agravio, el chantaje emocional, la suspicacia y la desconfianza.

Debes saber que, con el paso del tiempo, estas dinámicas podrían agravarse más y más hasta el boicoteo total de tu proyecto de vida.

Si tu postura en la vida es la de sentirte víctima de todo, y tu entorno refuerza esa distorsión de estar en un callejón sin salida que no mejorará, debes saber que puedes optar por un patrón bien diferente. Tú decides.

Seguiremos hablando de los mejores antídotos frente al victimismo y la queja. Ya te adelanto que el primer paso para ponerle freno y cambiar, es ser consciente de tu apego a ese patrón de victimismo y de las nefastas consecuencias que tiene para TI, para tu entorno y para tu futuro. 

guia decisiones


¿Necesitas más bienestar para darle un puntapié a tu victimismo?

Decídete ya y reserva tu sesión estratégica 

¿Quieres que te ayude personalmente a retomar las riendas de tu vida, saliendo del victimismo y la queja? ¡Decídete ya y cambia para mejorar tu vida!

Tal vez hayas visto últimamente el hiperrealista anuncio de Lola Flores. Precisamente el empowerment o ese poderío personal que caracterizaba a la faraona está en las antípodas del patrón vital de victimismo.

Y, al hilo de lo anterior, creo firmemente que un psicólogo puede ayudarte a (re)conectarte con tu «duende interior» para que dejes de quejarte y te pongas manos a la obra responsabilizándote y dándole un empujón a tu autoestima. 😉 

Si quieres que te tienda un puente extra, es muy fácil… 

Reserva ya tu sesión estratégica

¡Un abrazo y hasta pronto!

Cris. Decideteycambia.

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Soy Cristina Centeno, psicóloga y «acanariada» feliz. Te muestro claves de psicología y coaching que te ayudarán a soltar lastres, a zambullirte con humor y confianza en la incertidumbre, a liberarte de tus miedos y tu apatía, a tener más claridad, firmeza y autenticidad a la hora de decidir y cambiar y, sobre todo, a liderar la vida que realmente quieres y mereces.

 

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