(Casi) todo tiene un comienzo… y un final
El principio de la debacle comenzó una noche de verano del año 2011, una verbena de pueblo, unas copas de más, una sonrisa traviesa, etc. Todo apuntaba a que me encontraba a punto de comenzar una montaña rusa llena de emociones y misterios.
No obstante, para darle un contexto coherente al comienzo de mi relato y de mi relación, déjame remontarme al momento exacto que estaba viviendo en aquel lejano verano de 2011.
¿Hay un buen momento para dejar a tu novio plantado en el altar?
Compuesto y sin novia…
Cansada de mantener una relación que se había convertido en pura rutina y que ya no me aportaba gran cosa llegué al punto de “mi no boda”.
Sí, sí, tal cual. A pocos meses de mi boda decidí echarme atrás y recoger cable. 🙄
La pregunta a responder, en este punto, sería:
Pero, Anita, ¿cómo pasas de aceptar, unos meses antes, la propuesta de matrimonio de tu novio a dejarle plantado en el altar? ¿En sólo unos meses ese novio dejó de ser la persona adecuada?
Ahora puedo verlo con más claridad y perspectiva y puedo responder, en un arranque de sincericidio, que fue precisamente ese mismo día.
Ese día, cuando, el chico en cuestión hincó la rodilla en los adoquines de la Plaza Mayor, para hacerme esta petición (que sería el sueño dorado de muchas chicas), yo me di cuenta de que él no me conocía en absoluto.
Pero bueno, ¿cómo se atrevía a pedirme matrimonio de esa manera? Anita, la antítesis del romanticismo y del matrimonio siempre lo había dejado claro. ¿O no?
Ese chico era importante para mí, y era consciente de que a él esa boda le iba a llenar de felicidad, así que por complacencia y por él dije que SÍ. Y mi vida siguió, «como siguen las cosas que no tienen mucho sentido».
Unos meses después, en plenos preparativos de bodorrio, me quedé absorta mirando un cuadro en una exposición del Thyssen y llegué a mi momento golpe de realidad:
Un golpe de realidad y honestidad
¡Joder! Estoy viviendo la vida de otra persona… Esto no es lo que yo quiero. ¿Por qué estoy rodeada de convencionalismo? ¿Qué significo yo en todo este embolado de la boda?
Si sigo por este camino, este tipo de vida (como copiloto del coche y co-protagonista del escenario de otra persona) sólo me hará infeliz. Me estaba haciendo trampas y estaba desoyendo mis valores, mis auténticas necesidades y mis más que lícitos deseos.
Eso sí, ¡qué difícil es ser asertiva y poner límites a lo que no es para ti!
Ese día del museo en el que me caí con toda mi gran mentira, llegué a algunas conclusiones interesantes:
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Estaba claro que tenía que trabajar duro para ser asertiva.
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Tenía que aprender decir NO cuando yo quería decir NO.
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A pesar de mi entrega voluntariosa, estaba claro que no podía hacer feliz a todo el mundo.
- Si para hacer feliz a alguien yo debía renunciar a mi propia felicidad, debía cambiar de rumbo sin demora. ➡
En esos días de golpe de realidad, alguien muy especial, me dio un gran consejo, en forma de pregunta:
¿“Para qué alargar lo inevitable?” (Donde no hay mata, no hay patata, vaya). 😯
En otras palabras…
Cuando sientas que ya no es tu lugar, ¡VUELA!
Y cogí este consejo al vuelo, y me puse manos a la obra, poniéndole un cierre digno a esa boda que yo quería evitar.
Momentos decisivos en una relación
Senté a mi novio, me conecté con mis tripas, con mi corazón y con lo más auténtico y honesto de mí misma, explicándole todos los /todos MIS motivos de mi decisión para no darle continuidad a SU sueño y SU proyecto boda.
Hasta aquí hemos llegado
Por duro que sea aceptar LO QUE ES, la gente se enamora y se desenamora, sin más, y así se lo hice saber a mi pareja de entonces.
Nadie debería quedarse en ninguna relación más de 5 minutos después de haber dejado de querer y admirar a la otra persona (por mucho bodorrio que haya de por medio).
Ese mismo día de mi ruptura «a las puertas del altar», también decidí que quería vivir algo más pasional, más peligroso, más misterioso… ¡Concedido!
Mucho cuidado con lo que deseas y cuidado con los «gatos devora-ratitas»
Y claro, de tanto invocarlo, sólo algunos meses después apareció en forma de hombre/»gato devora-ratitas».
Y ese fue el principio del fin. Así abría la puerta a lo grande al misterio (pero también la toxicidad).
En esa verbena de pueblo de 2011, me cacé abriéndole la puerta de mi corazón a alguien (pasional, peligroso, misterioso…). ¡Lo tenía todo, vaya!
Pero yo, que estaba tiernita y en pleno duelo sentimental, también percibí, desde el principio, que este tipo tenía algo más: algo de «gato devora-ratitas» o de «canallita» que haría pedazos mi corazón y pondría toda mi vida patas arriba. 😐
Y yo lo presentía y lo sabía, vaya.
Y yo sabía también que muchas de las respuestas a mis elecciones estaban en mi adicción a los misterios.
Mi atracción fatal por los «misterios»
En una ocasión leí una frase de Gandhi que decía:
“La vida no es un problema para ser resuelto, es un misterio para ser vivido. Gandhi”.
Puedo decir que esta cita se ajusta bastante a mi filosofía de vida. 😎
En la búsqueda constante de misterios, siempre me he visto lanzándome de piscina en piscina (sin comprobar antes si había agua), con los respectivos golpes que ello conlleva. Pero también con la sensación de haberlo probado e intentado (casi) todo.
Debo confesar, eso sí, que esta sensación de misterios bien vividos hasta el final era más gratificante al principio.
Ahora soy cada día más consciente del peaje que he pagado con algunas decisiones sentimentales más que mejorables.
Algunas de las elecciones nefastas que he tomado me han ido dejando heridas y cicatrices difíciles de reparar en mi autoestima, mi confianza personal y mi inocencia de base.
He sentido también dolores y decepciones de pareja que han estado a punto de romperme del todo.
A pesar de mis intentos de reparación, a día de hoy, puedo decir que aún me cuesta mucho trabajo recuperar a esa confiada e inocente “Anita” que yo tanto amaba.
Está claro que puedo escuchar una vocecita de fondo que me repite:
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“Tenías que intentarlo y exprimir la relación hasta el final”.
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“A pesar de todo, eres fuerte y el tiempo cuera todas las heridas”.
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“Lo has hecho muy bien con la información y los recursos que tenías para tomar esa decisión sentimental en aquel momento”.
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Seguro que te asaltan un sinfín de manidas frases similares que se convierten en meros intentos de reconciliarte con tu mundo y tus decisiones de pareja.
Pero…
¿Sirve y vale todo en nombre del amor?
¿Por qué nos cuesta trabajo elegir una relación y una persona que nos haga una vida fácil?
Ahora ya soy capaz de decirme en voz alta:
Yo también fui víctima de una relación tóxica de dependencia emocional y de maltrato psicológico.
En los momentos más oscuros de mi relación tóxica, yo me preguntaba sin parar:
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¿Existe esa relación que no te roba tu esencia ni tu autoestima pedazo a pedazo?
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¿Existe esa persona que te ama y te acepta por el simple hecho de ser como eres?
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¿Es posible encontrar ese “amor medicina” que te llene de alegrías, de rutinas de calma y de días de acompañamiento y empatía cuando la tristeza te asalte?
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¿Existe una persona que pueda hacerme llegar esas palabras balsámicas en los momentos de “nubes negras? Algo del tipo…“¿Estás triste y echas hoy algo de menos, Anita? No te preocupes, lo lograremos juntos, porque remamos en el mismo barco.
¿Te resuenan mis preguntitas?
Seguro que (casi) todas movemos en contradicciones similares y atesoramos (o cargamos sobre las espaldas) duelos, decepciones, fracasos y heridas similares en nuestro cuerpo y nuestra biografía sentimental. 😕
Ya no quiero más misterios tóxicos en mi vida… Ni un minuto más de malestar gratuito en una relación
Aún no termino de tener claro qué misterios quiero vivir en un futuro, pero, a día de hoy, sé con toda la certeza, lo que ya NO quiero volver a vivir.
Ana G. Madrid (39 años).
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