En lucha contra el TCA: testimonio de superación

Antecedentes de un TCA

Recuerdo perfectamente que toda mi pesadilla empezó cuando tenía 14 años.

Algunos indicadores de riesgo de TCA

Siempre me he considerado muy perfeccionista y exigente conmigo en el instituto, en casa, con mis amigos, etc.

También reconozco que tiendo a ser bastante introvertida y reservada para mis cosas…

Siempre he tenido un grupo de buenas amigas, pero ahora sé que mi tendencia a “tragarme mis problemas” también me ponía al borde del precipicio del TCA.

Durante unos meses yo intenté manejarme sola y ocultar, con todo tipo de trucos, mentiras y manipulaciones mi dificultad real con la comida.

Y reconozco que llegué a usar la comida como una vía de escape a mis verdaderos problemas y frustraciones, especialmente los relacionados con las exigencias del instituto.

Mis amigas y mis familiares cada día se mostraban más preocupados por mí… Aún así, yo lo único que quería era controlar el interruptor de mi vida a través de la comida. Yo censuraba, incluso, mis ganas de divertirme, desconectar y pasarlo bien.

Me costó mucho aceptar que tenía un trastorno alimentario, pedir ayuda y dejarme acompañar.

Tocar fondo es la única manera de abrir los ojos ante el TCA

Un día toqué fondo y tuve que aceptar que el TCA se me había ido de las manos

Una tarde cualquiera, después de mis 2 horas de ejercicio, mi madre me descubrió vomitando en la ducha y se asustó muchísimo. Casi sin mediar palabra, mis padres me llevaron directa al hospital esa misma noche.

El apoyo incondicional de mi familia

Es cierto… Odié a mis padres un tiempo por mi ingreso, en lo que yo veía como una cárcel. Hoy sé que hicieron lo mejor por y para mí, porque yo ya no llevaba las riendas de mi alimentación ni de mi vida.

Pasé 8 semanas ingresada en la unidad de TCA del hospital. Cuando salí de allí, entendí que tenía mucho que aprender y trabajar en terapia.

Aprendizajes de TCA en el itinerario de psicoterapia

No fue nada fácil, pero con Cris aprendí a ponerme límites, a elegir, a escucharme, a quererme y a ser feliz. Aprendí a aceptarme viéndome cada día en el espejo, descubriendo que no había nada defectuoso en mí que tuviese que cambiar.

Eso de cazar los “peces cagones” de la anorexia y la bulimia me ayudó muchísimo. Aprendí a reconocer su voz y sus mentiras… y poco a poco, conseguí cazarlos, doblegarlos, darles la vuelta y dejar de identificarme con su toxicidad.

Lo de aceptarme y quererme sin fisuras fue lo más difícil… porque estaba demasiado identificada con mi cuerpo y con lo que me devolvían el espejo y la báscula.

Mis padres también se implicaron al máximo. Descubrimos nuevas dinámicas de relación y comunicación que mejoraron nuestra convivencia y nos permitieron recuperar la confianza mutua que se había vulnerado.

En psicoterapia, finalizamos el tratamiento cuando realmente logré sentirme cómoda en mi pellejo, lejos, incluso, de mi peso “ideal”.

Llegó un momento en que descubrí que yo no necesitaba alcanzar ningún peso para ser feliz, sólo un cuerpo sano y funcional que me permitiese hacer cosas útiles por lo demás y por mí.

Las recaídas de un trastorno de conducta alimentaria

No fue un proceso lineal y ascendente…

Tuve algunas recaídas el último curso de instituto y fue durillo. Aún así, me esforcé al máximo por desplegar todas las estrategias de insumisión al TCA que aprendí con Cris.

Y no me corté a la hora de celebrar y felicitarme por todos mis intentos de solución y por mis mini-logros.

Hay mucha vida (con propósito y placer) después superar un TCA

Y a día de hoy estoy muy orgullosa de todo mi progreso en esta batalla contra el TCA. Pasé de tener una relación de terror con la comida a poder regularme y recuperar el disfrute paulatino por la alimentación saludable. Poco a poco fui superado gran parte de mis mayores miedos y temores, «a mordisquitos»

El camarote de Superación de Miedos

Y no miento si digo que tengo días de nubarrones negros: de ansiedad, estrés, tristeza, soledad, inseguridades o de verme al espejo y verme regulinchi…

Intento sobrellevar los días malos, como todo el mundo. Procuro gestionar mis pensamientos, mis emociones y mis conductas de otra manera y recreándome en mi apetito por la vida, y sus placeres, como la comida.

En psicoterapia también he dejado de preocuparme por cosas que antes me atormentaban y me parecían un mundo. Ahora intento aplicar las estrategias creativas de solución de problemas que me enseñó Cris.

Preocuparse u ocuparse: 4 diferencias psicológicas

La mayoría de los días logro estar serena, feliz, satisfecha… Elijo quererme, cuidarme, valorarme y esforzarme todos y cada uno de los días para no perder mi brújula vital. No me han regalado nada. Hay que esforzarse mucho, pero merece la pena.

El sentimiento final cuando descubres que la sádica voz del trastorno alimentario ya no te domina, es algo impresionante. Es algo tremendamente liberador.

Este año he comenzado a estudiar enfermería y estoy feliz. Me encantaría acompañar a otras chicas, poniéndoles las miguitas de pan en su camino de recuperación de un TCA.

Candela”, 19 años. Estudiante de enfermería. Tenerife.

Soy Cristina Centeno, psicóloga y «acanariada» feliz. Te muestro claves de psicología y coaching que te ayudarán a soltar lastres, a zambullirte con humor y confianza en la incertidumbre, a liberarte de tus miedos y tu apatía. Te apoyo para tener más claridad, firmeza y autenticidad a la hora de decidir y cambiar. 

¿Estás lista para liderar la vida que realmente quieres y mereces?